Ansiedad
VIVIR CON ANSIEDAD: EL ARTE DE SOBREVIVIR CADA DÍA SIN QUE SE NOTE
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VIVIR CON ANSIEDAD: EL ARTE DE SOBREVIVIR CADA DÍA SIN QUE SE NOTE

Contenido del artículo:

Pocas personas comprenden qué significa vivir con ansiedad, salvo que hayas pasado y transitado por ella. Las personas que no han tenido ansiedad, les resulta difícil comprender y entender el impacto que ocasiona cuando alguien sufre un ataque de ansiedad.

Y es que la ansiedad tiene un impacto significativo en la vida diaria, afectando un amplio abanico de situaciones.

La ansiedad no se queda solo en la mente; se filtra en cada rincón de la vida cotidiana. A veces te impide salir de casa con tranquilidad, otras veces hace que calles lo que sientes por miedo a parecer demasiado sensible. Se meten en las relaciones, en el trabajo, en la forma en que te comunicas, en cómo duermes o comes.

No es solo una inquietud pasajera: es una experiencia que condiciona cómo vives, cómo te vinculas y cómo te percibes a ti misma.

En mi ejercicio profesional, a lo largo de los años acompañado, a muchas personas que viven con ansiedad, y aunque cada historia es única, hay un hilo común que se repite; la sensación de estar atrapada, la mente que no descansa y no se detiene, así como la sensación de inquietud constante.

He visto como la ansiedad, puede desdibujar la vida diaria de una persona, dificultar, lo más sencillo, agotar lo emocional y dejar a quien la vive, sintiéndose incomprendido, culpable, débil o vulnerable.

Hoy os quiero compartir la experiencia de una de esas personas. Su historia refleja, con honestidad y sin adornos, lo que significa vivir con ansiedad desde dentro.

Así es vivir con ansiedad

“Tengo 34 años y durante siete perdí el control de mi vida.  Realmente hice más que eso, perdí mi vida, porque eso que llevaba no era vida. Siempre fui una chica alegre, extrovertida y muy animosa.

Mi único miedo en la vida eran las arañas, a las que le tenía un pánico atroz, de hecho, de niña, mi hermano pequeño jugaba a asustarme con la sola idea de que se llenaba el dormitorio de “ellas” y subían por mi cama, pero ahora, de mayor, no tengo problema con eso, mi hermano ha crecido y mi madre mantiene la casa escrupulosamente limpia.

Trabajaba de comercial en la empresa familiar. Tenía a mi cargo la zona sur de la isla. Me gustaba mi trabajo, siempre conociendo gente nueva, moviéndome por todas partes, de hecho conocí a mi novio a través de mi trabajo. Vivía y sigo viendo, para bien y para mal, en casa de mis padres.


Todo comenzó una mañana de agosto. El día prometía calor y el cielo lucía azul. Lo recuerdo con nostalgia, porque era mi último recuerdo de la felicidad.

Caminaba por la acera en dirección contraria al tráfico y una guagua paró para que cruzara una señora por el paso de peatones. Un vehículo circulaba en la misma dirección por el otro carril, pero el conductor no reaccionó, ni siquiera tuvo tiempo de frenar.

El impacto seco del cuerpo  contra el coche aún suena en mi cabeza, y peor aún suena el golpe de su cabeza contra la acera. La sangre lo cubrió todo, el silencio, por unos segundos, fue eterno, todo se paró y mi vida también se paró en aquel instante, en aquella acera cubierta de sangre.

Aquel día ni comí ni fui al trabajo, me refugie en casa. Todos lo entendieron, también lo entendieron el segundo día, pero al tercero comenzaron a animarme para que volviera a mi vida, y así lo hice al quinto día. Pero ya nada fue igual y todo empezó a ir a peor.


Conducir, caminar o cruzar la calle se convirtió en un infierno. Ver a alguien parado al borde de la acera esperando para cruzar era una pesadilla. La idea atroz de que otro  accidente se iba a producir de inmediato se había fijado en mi mente.

 

vivir con ansiedad
superar la ansiedad

Se quedó a vivir conmigo, y se convirtió en un pensamiento recurrente. Iba tremendamente tensa a todas partes, el dolor del cuello y de espalda me llegó a causar una contractura, pero ese no fue el peor de los males.

A medida que la situación se hacía más crítica para mi mente, los efectos físicos eran más y más abrumadores. Sudor frio que luego era caliente, taquicardia, parecía que el corazón me iba a estallar, tenía miedo de sufrir un infarto si antes no moría asfixiada, ya que no podía respirar, me paralizaba. En varias ocasiones me llevaron a urgencias.


Pronto empecé a cambiar mi dinámica. Cambie la zona sur de la isla por la capital, para evitar conducir. Pero daba igual, la “idea” se apoderó de mí de igual manera.

No podía escapar a la ansiedad que me generaba. Sólo me sentía tranquila en casa, y algo mejor en la calle si iba acompañada por alguien de mi confianza pero terminé por no salir. Dejé de ir a trabajar, perdí a mi novio.

Mi padre me recriminaba mi actitud, decía que era una consentida. No me entendía. Sólo contaba con mi gran amiga, mi madre. No podía ver televisión, porque estaba siempre temiendo que salieran imágenes de calles, coches … De hecho, a veces pienso que cualquiera de esas personas que está en un plato, o cualquier presentador de televisión, pueden ser atropelladas en cuanto salgan a la calle, e inmediatamente comenzaban los sudores, la tensión …

Apagaba la televisión. Terminé quitándola de mi cuarto y me cambie a otro dormitorio interior, porque el mío daba a la calle y el ruido del tráfico se hacía insoportable. La verdad es que ya cualquier ruido era un problema.


Después de acudir a varios profesionales, encontré una psicóloga que logró ayudarme. No fue fácil, pero lo logré, o mejor dicho lo logramos, porque sin ella no hubiera podido recuperar mi vida.

Hoy vuelvo a ser yo otra vez, atrás han quedado los momentos vacíos, los ataques de ansiedad, las crisis de pánico. Hoy puedo decir que he vuelto a vivir. Atrás quedaron los años sombríos que me han valido para aprender a querer más aquello que tengo”.

Anónimo

Análisis de la experiencia en ansiedad

Este testimonio es un recordatorio de que la ansiedad, cuando se instala, puede arrastrar y arrebatar el sentido de control, y identidad, y seguridad.

Pero también puede mostrar que, con el acompañamiento adecuado, es posible reconstruir el vínculo con uno mismo, con el entorno y con la vida.

En la experiencia de esta persona, ilustra con nitidez como la ansiedad, deja de ser una reacción puntual ante un hecho impactante, a convertirse en una forma de vida, infiltrándose en lo físico, en lo mental, y en lo social.

La experiencia de síntomas físicos, como la hiperventilación, el sudor, la taquicardia, la tensión muscular, dificultades respiratorias. Así como en la somatización en contractura cervicales y en agotamiento físico y la sensación de muerte inminente, sin una urgencia médica. 

Por otra parte, nos relata como la anticipación de pensamientos Thrush ivos y catastrofistas acerca de posibles peligros que realmente no están sucediendo en ese momento presente. La hiper vigilancia que le dificulta tolerar estímulos, como puede ser el ruido y finalmente en aislamiento emocional y el retraimiento en participar en actividades en establecer vínculos de confianza con el entorno.

Impacto relacional: incomprensión, soledad y vínculo de sostén

El relato deja ver con claridad el efecto relacional con la ansiedad:

Desvinculación progresiva: pérdida de la pareja, dificultades laborales.

Desconfianza del entorno: percepción de que nadie la entiende "mi padre decía que era una consentida.".

El impacto en las diferentes situaciones de la vida de la persona tiene mucha relevancia, ya que de tele enfoque de apego la ansiedad puede reactivar patrones de inseguridad, identificando la necesidad de protección y el miedo al rechazo o a la crítica.

 

El proceso de recuperación: terapia, vínculo y reconectar consigo misma

En la fase final del destino aparece una dimensión esperanza donde la persona reconoce el valor del proceso terapéutico, como un espacio de validación, contención y reconstrucción.

"Lo logré, o mejor dicho lo logramos"

Esta frase es central: muestra que la relación terapéutica ha sido reparadora, lo que se alinea con los hallazgos sobre el valor del vínculo terapéutico, en los tratamientos de ansiedad y trauma.

Acudir a terapia es una decisión importante y muchas veces no es fácil, pero si estás buscando un cambio, quieres sentir que eres dueña de tu vida, entender y aprender a gestionar la ansiedad.
Cuenta conmigo para ayudarte en tu proceso.

 

Vivir con ansiedad, no es una elección, pero aprender a convivir con ella de forma más amable si lo es. Reconocerla, comprenderla y pedir ayuda. Son procesos, valientes que abre el camino a la recuperación. La ansiedad no define quién eres, pero puede ser una oportunidad para escucharte más profundamente, cuidar tus límites y reconectar contigo. Nadie merece vivir con el corazón en un vilo cada día. Y sí, es posible volver a sentir calma y serenidad. A tu ritmo, con apoyo y con mucha compasión.

Paula Cañeque-Psicóloga Las Palmas

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