“Estimada depresión:
Contigo, junto a la baja autoestima, aprendí que todo el mundo está contra ti, que la vida no vale la pena, que siempre tengo mala suerte, y que aunque me esfuerce nunca consigo nada, ni siquiera vale la pena esforzarse.
Me enseñaste que no valgo, que no merezco lo mejor, y que tienes más fuerzas que yo y eres capaz de destruir mis sueños, llevándote mi felicidad y dejándome remordimiento, culpabilidad y frustración, haciéndome sentir una inútil y recordándome una y otra vez mi pasado.
Pero… ¿Sabes qué? Estabas equivocada. EN TODO. Y me tocó desaprender todo lo que me habías enseñado durante tantos años. Me di cuenta de que la vida no es de color negro, aunque tampoco es rosa como nos gustaría, y que el color lila intermedio está muy, muy bien J. Aprendí que hay que luchar por uno mismo, por lo que se quiere y por quien se quiere, que aunque cueste, con esfuerzo, paciencia y confianza se van consiguiendo las cosas, pasito a pasito, o si no, al menos se intentan con toda la fuerza que uno tenga.
También aprendí que soy más fuerte de lo que creía, y que aunque me hayas echado muchos pulsos, y ganaste batallas, al final yo gané la guerra. Y que no soy una eminencia, pero tampoco una persona sin valor, que tengo defectos, pero también muchas virtudes, mucho que aportar, y que hay personas a mi lado que me quieren con estas dos partes.
En todo esto me ha ayudado mucho mi chico, mi familia, y mi mejor amiga, y siempre, siempre se los agradeceré, han sido un gran apoyo y me han soportado en días que ni yo misma me soportaba. Pero, con quien estaré eternamente en deuda, y no me va a dar la vida para agradecerle todo lo que me ha ayudado, apoyado, enseñado y aguantado (las cosas como son) es a mi psicóloga Paula Cañeque. Es una profesional como un universo de grande, pero su corazón es aún más grande. Nunca pensé que iba a encontrar a alguien como tú en este camino, y estoy orgullosísima de que hayas sido tú, nadie podría haberlo hecho mejor. Eres grande. ¡¡¡GRACIAS!!!
Bueno, para despedirme, señora depresión, decirle que ya no es bienvenida en mi vida, y que haré lo posible y más porque no vuelva jamás. Mi puerta se cierra, y espero que para siempre. ¡Au revoir!”
Paula Cañeque – Psicóloga en Las Palmas